Falta una hora y cuarto para que la puerta C44 de la Terminal 1 de Barajas se abra y permita adentrarme en ese pájaro metálico que me dejará 3 horas más tarde en la capital alemana... He visitado unos cuantos aeropuertos a lo largo de mi vida (nunca demasiados) pero siempre tengo esta sensación de pequeñez cuando entro en ellos... Son como una pequeña ciudad, que se mueve frenética. Me maravilla ver que una infraestructura de semejante envergadura funciona con esta precisión... Todo el mundo en un aeropuerto tiene su función... Hay gente que parece que simplemente pasea y en realidad, cada una de las piezas de estos sitios son imprescindibles para que uno pueda realizar ese viaje deseado...
"En los aeropuertos hay mucho extranjero"... Esta frase la escuché según facturaba y la verdad, por su pura sencillez llamó mi atención... En menos de un minuto puedes cruzarte con una veintena de nacionalidades distintas...
Algo que nunca había dicho es que me encanta viajar... Disfruto organizando un viaje y disfruto realizándolo... lo que no quita para que no odie las esperas, odie la sensación de presencia inestable cuando estás en la mitad de él, como me encuentro ahora mismo, pero a todo le puedes encontrar su encanto... En estos momentos descubres que no eres el único que hoy va a hacer un "Salamanca-Berlín", porque esa cara que tienes a quince metros te suena... "Sí sí... es el calvo del autobus... mira... qué pequeño es el mundo... aquí estamos los dos esperando a que nos abran la puerta... Bueno... como lo vea en el tren a Dresden, yo ya lo saludo jeje" Te pones a imaginar cómo ha sido su día... ¿Él también se habrá levantado a las 7 y media? ¿Y él a quién irá a ver? Y tratas de encontrarle un parecido contigo mismo...
En estos momentos también te da por pensar y por alguna extraña razón acabas pensando una gran filosofada: las relaciones humanas... Pocas veces he leído reflexiones sobre este tema, aunque mira que hay mucho escrito... pero como suele ocurrir en estos temas, pocos textos merecen la pena... Muchos asemejan las relaciones humanas a un juego... y siempre acaban poniendo el ejemplo de los dos animales que pelean para jugar... Lo divertido de ese juego es que nunca acaba. A pesar de que el objetivo es reducir al contrario e inmovilizarlo, nunca llegan hasta al final. Si dos perros juegan, uno vencerá al otro, pero nunca lo inmovilizará, un instante antes de terminar, cederá en su empeño, dándole al otro la posibilidad de defenderse, soltarse y seguir jugando... Pues muchas veces las relaciones humanas son así... Nos gusta estar en una permanente competición... nunca asegurar nuestra presencia, para así seguir siendo un objetivo para esa otra persona...
Esto pasa en todos los aspectos de la vida de un ser humano: la amistad, el amor, el trabajo... donde uno se ha de fijar siempre objetivos imposibles de alcanzar, para así estar en esa permanente lucha, porque si la cima máxima es conquistable, puede darse la nefasta situación de lograrla y no poder encontrar después una nueva meta que supla la necesidad de un hito... Esto que definido perfectamente en la canción de Fito Paez, "las tumbas de la gloria"... ¡Qué horrible sería caer en el éxito mayor y no ser capaz de encontrar nuevos objetivos!
(Esta entrada fue escrita en el aeropuerto, y terminada ya en tierras germanas... así que aprovecharé para despedirme con la palabreja esa que utiliza esta gente para tal efecto que es algo como... tschüuussss o algo así jeje)