domingo, agosto 13, 2006

Y al final... las obras quedan, las gentes se van...







Aquel día debería estar alegre y, sin embargo, estaba triste. Tenía la sensación de estar en la mitad de un desierto, como si el mundo que en ese instante le rodeaba no fuese el que debería...

¿Por qué había estado pegada al movil todo el día escribiendo mensajes que nunca se atrevió a enviar? ¿Por qué no lograba encontrar esas letras que juntas fuesen perfectas en ese instante?

Quería transportarse lejos, encontrarse con su "anónimo" y disfrutar de su compañía, hoy más que nunca, reir, brindar, incluso echarse ese slowly que tantas veces se habían prometido, pero nunca habían cumplido... hacerle ese regalo que no se atrevió a ofrecerle, y hoy era el día indicado: la mejor de sus sonrisas.

Sin embargo, siguió aferrada a ese cuaderno escribiendo líneas que le limpiasen el corazón, mientras su mente viajaba con el único deseo de encontrarse con él en alguna dimensión lejana y entonces sí... allí... ella y él solos... brindar y celebrar que otra vez, de forma periódica, el tiempo había pasado y las cosas iban a cambiar.







¡Qué difícil es querer decir algo pero sin poder decirlo!

Por cierto, Paul Auster en su Brooklyn Follies tiene un párrafo que me ha llegado:

"Cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir"

Me gusta mi historia, aunque no logro hacer desaparecer la realidad.

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