Hoy sí que cumplo mi promesa. Aviso para navegantes: Esta parrafada que voy a soltar no hará más que hacer perder su valioso y preciado tiempo. No le servirá para aumentar ningún conocimiento, es más… seguramente le hará perderlo, puesto que lo recién leído ocupará alguna parte de su cerebro, haciéndole olvidar seguro cosas más interesantes, pero si aún así desea seguir leyendo, es bajo su responsabilidad…
El destino como hecho en sí existe. Esa es una verdad irrefutable. Si tomamos la séptima acepción del diccionario de la Real Academia Española, destino es “Meta, punto de llegada.” Todos en la vida tenemos una meta, un final que deseamos alcanzar.
El problema, pues, viene cuando se comienza a pensar que ese destino, esas metas que van ocurriendo en la vida de un ser, están ya escritas o si se van creando según los actos que hagamos.
Como todo pensamiento filosófico, o por lo menos la mayoría, trae detrás una disputa científica que se origina tras el debate racional. Como ocurre desde los principios de la filosofía moderna, la racionalidad combate al empirismo y viceversa. Esta batalla explota (en mi humilde opinión, al menos) entre Descartes y Hume allá por el siglo XVII – XVIII. Yo soy más de la rama del empirismo, así que me he acercado más al determinismo físico o causal, para ver si tenía razones para pensar si este determinismo era o no viable. El principal defensor de este determinismo fue Laplace. Para entendernos, Laplace decía que, a partir de las ecuaciones mecánicas de Newton, era posible conocer el futuro de cualquier partícula partiendo de su presente y su pasado. En definitiva, se trata de un problema de minería de datos ¿no? Si tenemos en cuenta la cantidad de información que se podría tener de una partícula a lo largo de su existencia (miles de millones de años), y supiéramos su evolución en ese tiempo(cómo fue su pasado), podríamos afirmar perfectamente cuál va a ser su futuro. Ya que seremos capaces de predecir "lo que le va a ocurrir a partir de lo que le ocurrió".
Desde el s. XVIII hasta principios del s. XX el determinismo causal o físico era un hecho aceptado y pocos pensadores se atrevieron a desafiar las demostraciones científicas de Laplace. Hoy en día, sin embargo, al menos para mí, me parece impensable creer en el determinismo. En 1927 Heisenberg convirtió toda mi semana de pensamientos filosóficos sobre el destino en “tiempo directo a la papelera”. Con la misma formalidad científica que Laplace, demostró completamente lo contrario. En su principio de incertidumbre demostró que determinadas variables físicas no se podían predecir, ya que llega un punto en el que cuanto más intentamos acercarnos a la exactitud, más impurezas introducimos en la medida. Con ello, el determinismo quedaba reducido al campo de la filosofía y todos los científicos anclados en la física clásica tuvieron que reconocer su error… entre ellos todo un Einstein y pasarse al barco de la física cuántica, que era el que se mantenía a flote mientras la física clásica se hundía en las profundidades.
Así por tanto, una vez demostrado que el determinismo físico es imposible (no voy a ser yo quien lo ponga en duda) sólo nos queda el factor filosófico que este tema tiene. Hay muchos tipos de determinismo “contemporáneos”, pero éstos han reducido muchísimo sus pretensiones. Efectivamente los pensadores aceptan que no hay un determinismo total, sino que hay determinismos parciales. Por ejemplo, Frederic Skinner es el máximo defensor del determinismo educacional (conductismo), en el que afirma que el comportamiento de una persona está condicionado por la educación recibida. Encontramos también un determinismo económico (el destino de una persona está condicionado por sus factores económicos)… Su principal defensor fue Karl Marx.
En fin, que si tengo que declinarme por alguno digo que... por ninguno. Creo que la libertad tanto física como “filosófica” (permitidme llamarlo así) está más que demostrada. Creo que cada uno es dueño de su vida y dueño de sus actos y que el determinismo se cae por su propio peso sólo con decir que existe la duda. No puede haber un destino prefijado si en cada pensamiento del ser humano existe la duda.
Además, con lo bonita que es la duda, no me apetece quitarle su encanto. El fundamento de la duda es no saber si aciertas con una decisión o no. Si todo está prefijado, la duda ya no es graciosa, ya no es sensual, ya no es sentimental, ya no es duda… Y ahora mismo, no puedo aceptar eso. Quiero que en este mundo haya dudas porque hay algunas dudas que tienen un gran encanto...
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