martes, mayo 04, 2010

Cada vez que pienso en ello, cada vez que me abandono, me sorprendo y no comprendo por qué casi nunca lloro...




¿Que cómo fue el resultado? Francamente, no muy bueno. Al menos no tan bueno como el que yo, secretamente, esperaba obtener. Si pudiera, me habría gustado terminar la obra con unas enérgicas palabras de cierre del estilo "Gracias a que entrené muy duro, conseguí obtener un magnífico tiempo en el Maratón de Nueva York. Al llegar a la meta casi me emocioné", al tiempo que me alejaba caminando en plan guay hacia un espléndido atardecer, acompañado por el épico tema de la película Rocky. Para ser sincero, hasta que de veras corrí la carrera, tenía la esperanza de que fuera así, deseé que se desarrollara así. Ése era mi plan A. Un plan estupendo.

En la vida real, no obstante, las cosas no suelen salir tan bien. Cuando en un momento de nuestras vidas, acuciados por la necesidad, deseamos que ocurra algo agradable, la mayoría de las veces el que llama a las puertas de nuestras casas es el cartero trayéndonos malas noticias. No puede decirse que eso ocurra siempre, pero sí sé, por experiencia, que nos trae más a menudo noticias tristes que alegres. Se lleva la mano a la gorra y pone cara de sentirlo mucho, pero eso no influye ni un ápice en el contenido del mensaje que nos entrega. Pese a todo, no es culpa suya. Nada se le puede reprochar. No podemos agarrarlo de la solapa y zarandearlo. El pobre cartero sólo cumple honestamente con el trabajo que le ha encomendado su jefa. Y su jefa no es otra que..., eso es, una vieja conocida: la realidad.

De ahí que necesitemos un plan B.





Los martes son los días que llego pronto al trabajo... y como no estoy acostumbrado a concentrarme hasta las 10, pues me ha dado por escribir en el blog...

Anoche logré darle el último empujón al libro De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki Murakami... excelente regalo, excelente recomendación (no lo dudaba) y excelente descubrimiento... Algún ejemplar más de este japonesito simpático caerá... Aunque mi siguiente objetivo a corto plazo será volver a otro de Chesterton que tengo en mi lista de espera... Pero en el siguiente pedido que haga a La Casa del Libro, El Gran Gastby de Scott Fitzgerald y alguno de Murakami son seguros. Bueno... y ya puestos, el De qué hablamos cuando hablamos de amor de Raymond Carver.



No existe en ninguna parte del mundo real nada tan bello como las fantasías que alberga quien ha perdido la cordura.

¿Acaso nuestros sentimientos desaparecen y se pierden así, sin más, de un modo tan frustrante, cuando nuestro cuerpo muere?

Y es que, por muy mayor que uno se haga, mientras viva siempre descubre cosas nuevas sobre uno mismo. Por mucho tiempo que uno pase desnudo escrutándose ante el espejo, éste nunca llegará a reflejar su interior.

Y, a menudo, las cosas verdaderamente valiosas son aquéllas que sólo se consiguen mediante tareas y actividades de escasa utilidad. Tal vez sean tareas y actividades vanas, pero jamás estúpidas.




Por cierto, la última chorrada en nuestros ratos de aburrimiento en el laboratorio ha sido ésta:

www.lalalalalalalalalalalalalalalalalala.com

(Facto) Delafé sonando de nuevo en el Spotify...

Por cierto, me hacía gracia subir esta imagen... en esto ando... por fin, la cámara diabólica está calibrada de forma más que aceptable... (su tiempo me ha costado...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ante todo es curioso, he introducido una frase que me ha gustado del libro que estoy leyendo actualmente ( De que hablo cuando hablo de correr - Haruki Muramaki ) y el google me ha mostrado la entrada a tu blog. La frase es: "No existe en ninguna parte del mundo real nada tan bello como las fantasías que alberga quien ha perdido la cordura".

Bueno aún no es curioso para ti, pero si sabes que me llamo Jesús y soy nacido en Salamanca creo que algo cambia :)
Saludos casuales.