lunes, noviembre 03, 2008

Ayer y hoy...



En su día fue un terraplén tenebroso a donde tan sólo iban a parar viejos balones que quedarían allí olvidados. Una especie de temor infantil rodeaba aquella manzana...

Era una pequeña selva, a modo de local comercial inmenso, que generaba por sí misma, esa aureola de incursión en lo ajeno, que a chicos de diez años tanto impresiona...

Arboleda, flores, plantas desconocidas, que acabarían por ocupar un espacio en casas señoriales y humildes, compartían, mientras tanto, nuestros ratos de esparcimiento por aquellas edades...


Un pequeño y nada simpático anciano velaba por la seguridad de sus plantas ante las hordas juveniles que año a año deambulaban por y sobre sus propiedades... Un balón golpeado excesivamente elevado significaba el fin de la posesión sobre tan preciado objeto, para que aquel pequeño anciano pasase a ser ahora su nuevo dueño...

Sólo algunos valientes se atrevieron alguna vez a desafiar la potestad de aquel buen hombre haciendo pequeñas incursiones, seguramente cargadas de emoción, intensidad y miedo (por qué no decirlo)...

Nunca me encontré yo entre aquellos aleccionadores de riesgo y orgullo, todo sea dicho...

Sin embargo, esa valentía que nunca tuve para saltar la pared que separaba el patio de lo desconocido, la experimento ahora a cada instante, deseoso de encontrarte de nuevo entre mis brazos... Quién me diría que la zona más oscura, intrigante y tenebrosa de mi infancia (feliz, por cierto) se convertiría con el paso de los años en mi pequeño refugio, mi país soñado en el que sólo existimos tú y yo...

Te compro un pedacito de suelo... y dentro de él déjame viajar por medio mundo, hasta que un buen día, des un paso fuera y veas que no soy tan feo...



El cuadro... Plantación de 7000 robles de Nicolás García Uriburu

No sabes, mi vida, lo que ahora daría
por recibir esa paliza de otro que no te enseñaría
ni la mitad de lo que te enseñé yo.

Los crímenes de la calle Gondomar - Deneuve

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